24 de junio de 2020
MLIX.- Los Maderos de San Juan
Tu banquete en la moneda devaluada
en el invierno más lluvioso del siglo
para mí ya no son nada,
porque has muerto.
O el cumpleaños esa noche de tu nieto,
cuando Chile estaba a punto de estallar,
ya no es nada para mí:
estás muerto.
Y esa foto narcisista al descubierto
con el viejo y centenario general,
es la nada para mí:
estás definitivamente solo y muerto.
Esta noche de San Juan iconoclasta
quiero dar un testimonio de escozor,
porque sientas la miseria del horror
contra el padre de tu abuelo pederasta.
Sietemil doscientos veinte fenecidos
menos uno
van rondando el pasadizo de la muerte,
con los hombros encogidos,
los pulmones inertes
y los ángeles ancianos en ayuno.
Si don Héctor ya no tuvo funeral
y María no ha escuchado cantos fúnebres,
es que cientos de chilenos desolados
ahora escriben esta noche conmigo,
confinados sin permiso aquí a mi lado,
tan heridos por la mácula insensible
de tu puerco nauseabundo cementerio,
que es el parque colosal de la vergüenza.
Piden pan y no les dan.
Piden queso y les dan huesos.
La tortura de esperar salir ilesos
de esta peste que se llama Sebastián.
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