8 de junio de 2020

MLVI.- Ambiguatsapp




Ella viene y me pregunta
cada viernes: "¿Cómo está?".

Y tan solo en seis segundos
le respondo que estoy bien,
que me paso siete noches
por semana imaginando
el inmenso paraíso
que soñaba en un lugar
de ocho estrellas en calipso
y nueve nubes de algodón,
que le pido a Jesucristo
algún milagro de pasión,
y al final me deja en visto
con las ganas de llorar,
porque nada le intereso:
solo quiere mi atención.

Yo me esfuerzo: no le hablo
y me pregunta: "¿Qué pasó?".

Si me tardo en responderle
para hacerla sufrir más
de lo que yo he padecido
por mi estúpido candor,
se me pasan los minutos
y no aguanto este dolor
que me aprieta la garganta,
y me consume la ansiedad
de saber si le preocupa
ciertamente mi agonía
o tan sólo está jugando
como siempre, cada día
por la tarde: ya es de noche
y no me ha vuelto a preguntar.

Ahora viene y me pregunta
nuevamente: "¿Cómo está?".

Si le digo que la quiero,
me responde un calderón
de cincuenta y nueve blancas
en Adagio interminable,
y yo cada dos minutos
ruego atento al celular
que sea ella la que hable
o que me vuelva acaso a amar,
pero son mis ilusiones,
fantasías pelacables,
porque nunca realmente
supe bien lo que sentía,
y la culpa no era mía:
no me dio su corazón.

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