Huélganos decir, mi bella dama,
que en el amor hay una gota de rocío
y va el perfume de una suave margarita
sobre la cama. Tibiecita.
Y la recojo a la una y media. ¡Yo la paso a buscar!
Puede decir que va almorzar con un cliente.
Y no se ponga casquivana. No se me haga de rogar.
¡No me abandone con la sopa caliente!
Cual en un beso su mirada y la mía,
son nuestros labios lastimándose callados.
Y es la primera vez que estoy enamorado. Lo sé,
porque ya ve que los destinos se funden.
Para encontrarnos a la hora del almuerzo,
y hablar desnudos los problemas de la pega
y descubrirle cada vez que le converso,
que muchas flores se marchitan cuando nadie las riega.
No es necesario que le cuente a su marido:
comprenderá que no me anima nada más que sólo ser
su abogado, su amigo, su amante bandido,
y le aseguro un gran orgasmo de placer.
Pero, mi amor, a mi me encanta que se ría:
sepa que yo le estoy hablando de amor.
Mis intenciones son tan puras como el agua que está fría
y le daría todo el día su pollito al velador.
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