Un olor que
hay en tu cuerpo me derriba,
cual
perfume fabricado por el manto de la Historia:
y despiertas
en mis ojos las papilas gustativas
que conspiran por la noche para oírte mejor.
Pequeña, yo
suspiro cuando inspiro tu valor,
y me gusta transpirarte
delirando.
Respirar
bajo tus hombros profundamente
porque tienes
los olores escarlatas de mi Fe.
Traigo yo aquí
dentro la verde botella
de cantos y
flores que voy a utilizar,
con el
vértigo herido o la paz delicadeza,
por guardar
todas las fresas de tu ser en mi interior.
Desnudo te
he visto impregnándote en mi piel
de niña y
fragancia y genuina abundancia
de puertos
y huertos y nueces y arena,
de rieles y
penas y sábanas café.
2 comentarios:
El amor no se acaba nomás porque sí, más bien cambia de dueño. ¿Qué si no eso?
Cómo quisiera despedirme para siempre
y ser por fin aquel que da ese paso.
Lo que se piensa demasiado no se siente
y deja cartas destinadas al ocaso.
Pero me cuesta tanto todo demasiado,
que no he sabido renunciar ni perecer:
por eso quiero abandonar desesperado
y nunca más mirar atrás otra vez.
Ahora me voy con el silencio a cuestas,
con un tesoro delicado en la piel,
con lo soñado caminando y solo resta
decir adiós para dejar de querer.
Porque ella toca con su mano las almas,
y mi alma llora sin poderla consolar,
que la quisiera ver unida a mi pasado
o ser amado pero ya no hay más.
(5 de febrero de 2010)
Publicar un comentario