
Beso las cosas canjeado por la distancia
en un vuelo cardíaco de gallarda raza,
amoroso sustituir de pueblos y vanidades.
Siempre toco la guitarra.
No es la fuerza generosa que me dio la vida,
sino genuina y liberal fruición domesticándonos,
y es para nosotros grito y miel arrogante:
su música sin lágrima, vértigo y caricia.
Nos iremos otra vez donde la leña crujir,
al abrigo de un bosque lento para calzas húmedas,
mirando el sordo fulgor anaranjado de la noche
y cantaremos para siempre junto a la mesa del mundo.
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