
¡Ya no puedo creer lo que pasa!
¡Este cabro se me enoja en serio!
Y, parado en el umbral de mi casa,
de brazos cruzados, hace pucheros.
No ha fumado ni bebido un solo trago.
Ha metido sus cuadernos en mi viejo velador.
Se la lava con el agua que yo pago
y sacó mi foto vieja del verano anterior.
Mechón celosito, macaquero y culón,
que se instala en el quincho a leer
y transcribe enamorado esa horrible canción,
la de Arjona, que le canta a mi mujer.
Mas no sabe con la chicha que se cura.
No conoce ni siquiera a su mamá.
Ese amor que sólo dura lo que dura dura
me la mete hasta atrás, Nicolás.
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