26 de febrero de 2009

DI.- Punta Ángeles


El faro pálido ya está deshabitado
y existe un amplio renglón de casuchas de roca
que se extiende en lo estéril del viento occidental.

Estás conmigo. Siento tu voz.

Van tres gaviotas que vigilan el abismo
y aquel pelícano plateado que de pronto se desploma,
se sumerge en el intenso esmeralda del mar.

Somos abrazo. No hay nadie más.

Todo es espuma que esparcida en el contorno
dibuja láminas de leche marina
donde la tarde se detiene a contemplar
el escarlata tibio y dulce del silencio.

Y desde entonces ha quedado suspendido,
como una sábana de lúpulo y marfil,
en mi retina la memoria de este bello acantilado
que es magnético y planeta enamorado de ti.

2 comentarios:

Elka dijo...

Me encanta este poema.

Peperina Rock dijo...

Los acantilados me gustan... Son el apellido de muchas desgracias. Me gustan porque sea como sea, siempre habrá una mala historia [y si no la hay, se inventa] cerca de uno de ellos. Como buena porteña, les tengo cariño, respeto y un poco de recelo... conozco esos nombres [con rostros cercanos] que vienen seguido con tan funesto apellido ;)

Como que me fuí pa otro lado :S ... Lo siento, anoche fué una de esas largas noches mamonas que uno recuerda muertes, perdidas y melankolía a borbotones.
Me gustan los faros porque es como la gráfica de la luz de la esperanza, pero le temo al viento. [porque me dejé llevar por Hijo De Ladrón]

Creo que rememorar a Dorian Gray no fué lo mejor de la vida...

Besos

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