
De hecho no quisiera yo tampoco
que tuvieras demasiado sueño tú.
Acaso ser ese reloj que te despierta
para que nunca, casi nunca tengas sed.
O ser el agua de Uruapán, del Orinoco,
el aguilán de la radiante luz completa,
Y que no seas clandestina ni ojerosa:
sí la mirada de los rostros abierta.
Ni inmadura, la clausura: sí el durazno
que cayendo a tierra muerdo despiadado.
Ni delgada, la pincel, sino la inmensa,
la pletórica de uvas: la mujer.
Ni la terca, ni la merca: sí la blusa
liberal que se levanta colibrí.
Ni la ingrata; catarata sí, la extensa,
con el viento macilento frente a mí.
Poderosa flor de magia numerosa:
ti la musa reverente de la fina clima cruz,
la decente diferente sibilina,
la que espanta a los vampiros en Ancúd.
Sé la injusta caudalosa diosa inquieta,
mariposa y moza misericordiosa.
Sé la ingenua y yo seré tu más ingenuo
protector benedictino hasta el final.
que tuvieras demasiado sueño tú.
Acaso ser ese reloj que te despierta
para que nunca, casi nunca tengas sed.
O ser el agua de Uruapán, del Orinoco,
el aguilán de la radiante luz completa,
Y que no seas clandestina ni ojerosa:
sí la mirada de los rostros abierta.
Ni inmadura, la clausura: sí el durazno
que cayendo a tierra muerdo despiadado.
Ni delgada, la pincel, sino la inmensa,
la pletórica de uvas: la mujer.
Ni la terca, ni la merca: sí la blusa
liberal que se levanta colibrí.
Ni la ingrata; catarata sí, la extensa,
con el viento macilento frente a mí.
Poderosa flor de magia numerosa:
ti la musa reverente de la fina clima cruz,
la decente diferente sibilina,
la que espanta a los vampiros en Ancúd.
Sé la injusta caudalosa diosa inquieta,
mariposa y moza misericordiosa.
Sé la ingenua y yo seré tu más ingenuo
protector benedictino hasta el final.
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