31 de enero de 2009

CDLXXIX.- Sin ir más lejos



De hecho no quisiera yo tampoco
que tuvieras demasiado sueño tú.
Acaso ser ese reloj que te despierta
para que nunca, casi nunca tengas sed.

O ser el agua de Uruapán, del Orinoco,
el aguilán de la radiante luz completa,
Y que no seas clandestina ni ojerosa:
sí la mirada de los rostros abierta.

Ni inmadura, la clausura: sí el durazno
que cayendo a tierra muerdo despiadado.
Ni delgada, la pincel, sino la inmensa,
la pletórica de uvas: la mujer.

Ni la terca, ni la merca: sí la blusa
liberal que se levanta colibrí.
Ni la ingrata; catarata sí, la extensa,
con el viento macilento frente a mí.

Poderosa flor de magia numerosa:
ti la musa reverente de la fina clima cruz,
la decente diferente sibilina,
la que espanta a los vampiros en Ancúd.

Sé la injusta caudalosa diosa inquieta,
mariposa y moza misericordiosa.
Sé la ingenua y yo seré tu más ingenuo
protector benedictino hasta el final.

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