1 de septiembre de 2008

CDXVII.- Sobras Cumbres



Yo habría querido estar ausente para siempre:
vivir aparte con mis hijas y mi cerco y mi fe.
Pero la lluvia es más espesa que la muerte.
Agua de puerco que encandila hasta doler.

Su cruz de furia es gloria y lumbre sabandija:
me arroja náufrago a la plaza en que camina Jesús,
y veo rodeada de mendigos a mi hija:
se la han llevado las alturas, en América del Sur.

Y me pregunto quiénes son los marginales.
Por qué de pronto se halla inmersa entre la gente común.
Y la descubro sin abrigo a la intemperie:
la veo llorar como si fuese el limosnero más vulgar.

Ahora tan frágil a nosotros se nos hace la vida,
que de pasada va sin cofre ni dinero ni red.
Un día de pronto se ha marchado para siempre mi niña.
Y mi consuelo ya no sirve, porque todo se fue.

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