
Les llueven siete guiños rubicundos:
son genios en chubasco de glomérulo calor.
Aliños de cazuela que les sirve de improviso,
su larga caminata en pormenores sin honor.
Roer la minería bossa nova en gentilicio,
oculta en cada tripa que acumula su nihil.
Ganar la suerte en vuelo por rasante suplicio,
fascículos añejos y clavícula morir.
Yo soy el buen augurio a los que parten a la guerra,
y pide el alma suerte más allá del Rubicón:
que todos los que mueran habitados de confianza
con fe en su sinsabor, me pidan cuentas y valor.
Todo un alto gesto en descompuesto peculiar.
Sabores de agonía prematuramente mía,
de luminaria diestra, que me impide cantar:
comarca sin amor y necedades de flor.
Si quieren destinar su fuego análogo bendito,
yo pertenezco a la gentuza y siempre digo yo.
Que hay manchas que desluce mi ropa:
presumo de elocuente cada vez que digo no.
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