16 de marzo de 2022
MCXLVI.- Departamento 402
Me situaba obsecado
entre el abismo y la congoja,
por la noche en que miraba
desde un cofre las estrellas.
Y tenía entre los labios
un laúd dormido,
que insomne guardaba
mi niño interior.
Desde el cielo del ocaso
imaginaba luciérnagas rituales
y abanicos cruces,
porque nada me hacía dormir.
Hoy de pronto he recordado
esa cámara de sueños,
donde mi alma agazapada
se vestía de años luz.
A mi izquierda dormía sonriendo,
Camilo profeta, destino y sopor,
y detrás de la puerta se oía el respiro
tortuoso y prohibido del tiempo.
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