8 de junio de 2015

DCCLXVII.- Séptima Oriente con Cuarta Sur




Todos los inviernos se instalaba allá
en la extensa explanaba abandonada
donde otro tiempo hubo en la mitad
un aeropuerto perdido en la nada.


Largas hileras en medio de la gente
para subir a un cohete sesentero,
que llevaba dentro casi cientoveinte
pequeños aterrorizados pasajeros.


Era magia definitiva y fundamental:
los que lograban entrar, veían
bajo una pantalla, que pretendía
ser la ventana, al infinito y al capitán. 


Iba de espaldas y delante de él
había un set de controles pintado
brillando, y a través del decorado
una vistosa transparencia de papel.


El irresistible universo aventurero
de un superastronauta de feria, .
por entradas que le daba a la Delia
su pololo, que era el carnicero.


Un mariconcito gritaba febril,
que ya estaba muy nervioso:
"Toa' la hora que están ahí",
decía delante de nosotros.


Esto lo sabe solamente el que sabe.
Pero recuerdo que al final ni subimos
porque la fila para entrar a la nave
era terriblemente larga y nos fuimos.

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