28 de octubre de 2008

CDXXVIII.- Eso nos hubiese bastado


¿Y quien me está esperando entusiasta
cuando vuelvo cada sábado de Dios,
acaso un ángel animado de virutas
que estaría desde siempre sobre mí?

Cuando al cabo de los años me descubro,
cuando elevo yo mis manos, cuando digo Dayenú,
ya no quiero caminar así dormido,
ni pasearme inútilmente, porque un día volveré.

Con el ánimo rodeado de surcos sutiles
y el espíritu cansado de ser y placer,
porque vago con la pena que se adhiere
a mi frente y está a punto de nacer.

Va marchitándome las cejas cuando lloro,
y va a alegrarme la palabra de Eloí:
es lo sublime que he encontrado entre la gente,
lo más dichoso, sin apenas sonreír
.

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