
Has por fin que vuelva
a su lugar la primavera,
retarda su llegada
o déjanos amar.
Que el viento cubra mares
y orillen las gaviotas,
su celo las medusas
y estemos los dos.
Angélica risueña,
burbujas en el suelo,
prefiero a la distancia
tu mandarín plateado
y al vértigo lunar
de alondras indiscretas,
sentir y sólo dar.
Mi Chunga, mi tristeza,
mi vida, mi colchón,
la suerte y la pobreza,
la peste, un corazón.
Yo quiero las miradas,
no angustia o desazón,
mis lágrimas aladas
latir, sonreirán,
de ojitos separados,
sin gente ni avaricia,
del cielo una sonrisa
y tú en mi tobogán.
Amor de luz Gabriela,
cual místico portento,
se agolpa en la mirada
un sueño en soledad,
y veo aquí en mi pena
la próxima estación,
su gris de cuarentena
y lloro de emoción.
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