28 de enero de 2020
MXXXII.- La pura y santa
El viento de la playa me alegra,
la noche en la ciudad no brilla,
la oveja descarriada es negra
y al clavo que sobresale lo martillan.
Partir y descubrir que he sido así,
que así me enamoré perdidamente
de cada tierna infancia que creí
amiga mía, dulce e indiferente.
No tiene buen color la vida fértil,
que luego se destiñe y percude,
porque asiente si le mienten y acude
aquél que se pródiga tan dócil.
El frío hielo parco y sanguinario,
tragar sin masticar prefiero,
por no asumir la culpa en solitario
ni ser el que se rinde primero.
Y así le ocurre a todas las personas
que juran heroísmo candoroso y honrado,
que creen ser amados y abandonan
su propio amor seguro y sagrado.
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