17 de octubre de 2017

DCCCXXVII.- La Flor Sopla



Obedecía, como buen novato,
dedicado cada día a cumplir
inteligente, y cobraba barato
o no pedía nada más para mí.

Aquellos días se han ido lejos..

La bella y candorosa luz dorada fue
apagada como apagan a los viejos.

Me entregué por entero a la pega,
ayudando y levantando la mano,
lealmente como debe ser la entrega,
diligente, muy cordial y sano
iquiqueño de caliche y corazón
testarudo, pero siempre de pie:
aquella dulce margarita murió.

Finalmente me vine a Santiago,
ignorante de la mala voluntad
sempiterna de los tristes vagos
caprichosos, que sin dignidad,
altaneros y pedantes hicieron
lo imposible, con inicua maldad
indecente, y cómo me dolieron:
ahora todo va a quedar atrás.

Decidido me largo del infierno:
es la vida que comienzo a vivir.

Caminando de nuevo por la calle,
hare lo mismo que siempre soñé:
ir aprendiendo sin que desmaye
la belleza candorosa de mi Fe.
Eso es exactamente lo que haré.


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