Ahora que vengo de la
vida buscando,
yo casi amando, Pedrito
Armando:
voy navegando,
diligente profundo,
sobre el ingente raro
tráfago del mundo.
Que se nos cierran con
el aire del mar
aquí en la cara y todo
el odio, las puertas.
Las pequeñas han
quedado un poco abiertas
y no nos llevan a
ningún lugar.
Maravillándome y
sintiéndome vivir
o aminorando cada ajena
deficiencia.
Porque es la sal de la
genuina existencia:
el rezo mudo en nuestro
cruel Getsemaní.
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