Tenía doce
calas de latón forrado:
y la celeste casaquilla del dragón.
En cada uno el rostro pálido pegado.
Son futbolistas de Tarapacá.
En el Colegio York había una tranquila sala
con un inmenso planisferio azul
y allí la profesora Salomé me hablaba:
“Cómo es que sabes tantas cosas tú”.
Había un plátano oriental en el camino
que se metía en mis pupilas al atardecer,
y por la noche me miraba el Camilo,
que no sabía si reír o comer más puré.
¿Dónde era el aire que veníamos cantando?
La casa fría de Maravedíes,
el patio mínimo, el pasillo, el árbol
y el viejo caqui que jamás olvidé.
y la celeste casaquilla del dragón.
En cada uno el rostro pálido pegado.
Son futbolistas de Tarapacá.
En el Colegio York había una tranquila sala
con un inmenso planisferio azul
y allí la profesora Salomé me hablaba:
“Cómo es que sabes tantas cosas tú”.
Había un plátano oriental en el camino
que se metía en mis pupilas al atardecer,
y por la noche me miraba el Camilo,
que no sabía si reír o comer más puré.
¿Dónde era el aire que veníamos cantando?
La casa fría de Maravedíes,
el patio mínimo, el pasillo, el árbol
y el viejo caqui que jamás olvidé.
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