Navega mi capitán
en su laberinto,
siempre callado
como un establo.
Mi niño delicado
y tan distinto
que sueña en acuarelas
cuando le hablo
de toda la primavera,
cuando lo pinto.
Mi luna verdadera,
como un silente venablo,
cual muda saeta que fuera
pedaleando en su recinto.
Mi Pedro Pablo.
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