
No tengo lar ni sitio alguno en este mundo:
voy destinado para siempre a vagar,
huyendo cáustico de aquello que busco,
de lo que encuentro extraño en cada lugar.
Con unos ganchos me sacaron del útero
y una mañana de mi nido me fugué hacia el mar,
donde no tuve casa, cama ni refugio
y sigo entonces dando vueltas sin parar.
Una alambrada me separa de tu playa
y su contorno me seduce por su forma peculiar,
que me tapa la boca, pero no me calla
y cada grillo en un tobillo que me obliga a nadar.
Si te encontré fue por algún motivo.
Si te perdí fue un par de meses, nada más.
Ya me verás, te seguiré conforme siga vivo.
No nací para quedarme a ver la vida pasar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario