27 de marzo de 2012

DCCXXVI.- Valorín



Como un aire colibrillo cantormenta,
vuelo cielo melodino en pos de ti,
por el íntimo astrolabio, velo prístino, tan sabio
que nos lleva y me subleva repentino a mi trombón.

¡Soy un Colón!

Voy a morir en soledad creyendo
que aquella tarde recalé por fin
al descubrir mi libertá en Cipango,
y volveré a la carabela de las almas
para instalar el estandarte de la Reina de las Flores,
y huir.

¡Huir en caracoles, huir!

Por eso voy en mi tortuga de rocío y silabario
en el camino paulatino de la huella de tus pies.
Me consume ese perfume de la miel músicanario
y sentiré posiblemente que el amor no tiene fin.

DCCVIII.- Semblanza Mudio




Recuerdo su nombre, escrito en un cuaderno
con tapa de arcoiris y barco de papel.
Hay fotos de su padre, de cuando estuvo enfermo.
Cualquiera que lo lea sabrá que era Daniel.

Un día lo encontraron, dormido y doliente,
en un parque con la puerta cerrada.
¡Llevémoslo a su casa!, decía la gente.
Pero nadie sabía dónde estaba.

Las manos abiertas. Las piernas fracturadas.
El alma en un hilo. La cara, no sé.
Marcas en el pecho de una cruz gamada.
¿Hay alguien en el mundo que lo pueda entender?

Con flores llorando de pie junto a la cama,
su madre sin aliento, jamás se rendirá.
Podría haber doscientos electrocardiogramas
diciendo que está muerto, pero él no morirá.

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